Y mientras todos los que nos encontrábamos bajo el parral veíamos con hostilidad al impertinente viejo de las barbas ampulosas, renegando de que nos hubiese echado a perder tan grata compañía, éste se limitó a contestarme: —¡Aspavientos!, que no cuadran en estos lugares, donde todos, cual más cual menos, cuando no llevamos un piojo encima es porque lo hemos dejado en casa. — Mostrenco: el mayor insulto que se hace a un indígena, señalándolo como individuo paupérrimo, descamisado. Un pretexto cualquiera exaltó los ánimos, y los vocablos injuriosos, y las miradas retadoras y los puños amenazadores sobrevinieron. Narrador, poeta, periodista y magistrado peruano, conocido como el iniciador de la corriente indigenista del siglo XX. Ushanan-jampi La plaza de Chupán hervía de gente. Ellos no vienen ahora por nuestros ganados, pero sí vienen por nuestras tierras, por las tierras que están allá en el sur. Éste es otra pulguilla rastrera. ¡Por eso estaba mi coca muy amarga! Y, como para inspirarle más confianza y ver si así podía halagarle un poco, añadió: —Pero siéntate, hombre, siéntate. La prosa de Enrique López Albújar es fuerte y concreta. Está confortando su cuerpo y elevando su alma bajo el imperio invencible del hábito. —¡Cómo nada! Se te darán los cincuentiún soles más, taita. Y terminado el interrogatorio, que Valerio firmó tranquilamente, ordené: —¡Llévenlo! —¿Y máquina cose gente también? ¡Cuánta mudanza en tan poco tiempo! Hay días en que murmuran, en que un tumulto de voces interiores pugna por salir para decirle algo a los hombres. —¿Has oído, Maille? La mula de taita Ramun I Taita Ramun, como le llamaban todos en el pueblo al señor don Ramón Ortiz, español de Andalucía y cura de Chupán, a mucha honra, según decía él con un resabio de ironía bastante perceptible, habíase levantado aquel día más temprano que de costumbre. Eres un peligro para todos. Meditó un plan, tomó una resolución y abandonó su pueblo, triste y lleno de rencor por los agravios sufridos en tan pocos días. Pero Zimens era un extravagante, o una equivocación de la naturaleza, o un ente que no sabía de la explotación del propio valer o, si lo sabía, tenía el dendismo de desdeñarlo. En caso de peligro había que salir del paso con una treta o dejarse coger, que ya el patrón vería modos de sacar del apuro al apresado. «El capitán X es un oficial de porvenir». Los tres llegaban seguidos de sus ejércitos; los tres habían caminado durante muchos días, salvando abismos, desafiando tempestades, talando bosques, devorando llanuras. Pero ya que me has traído a mi hija debes dejar algo para las velas del velorio y para atender a los que vengan a acompañarme. A las dos horas había puesto fuera de combate a una docena de asaltantes, entre ellos a un yaya, lo que había enfurecido al pueblo entero. — Campo: función concejil y, por extensión, quien la desempeña. Cerré luego la puerta, la atranqué (desde entonces he adoptado esta sabia costumbre) y me senté en el lecho, meditando sobre lo que acababa de pasarme. — Jirca-yayag: padre cerro. Y todo esto, como decía él en sus momentos de sinceridad y orgullo, se lo debía a su trabajo, a su industria, a su máuser, hijo de su corazón, que solía besar cada vez que volvía de cumplir su palabra de illapaco formal. Dime no más dónde quieres que lo lleve. En cuanto a Juan Maille, a quien el servicio militar arrancara oportunamente de las abruptas soledades de su estancia, no había tenido ocasión de hacer nada digno de su nombre. Quiere confites y bizcochos. Si rebajaras siquiera el piquito… —No seas necio, Marcelino. Y allí en su tugurio, solo, abandonado, insomne, comenzó a dudar de Dios y a meditar contra sí mismo. El indio trató de incorporarse, pero solamente logró ponerse de rodillas. ¿Y los franceses? Comenzaron a cantarse sus aventuras en las aldeas, en las estancias, en los pueblos, en todas partes, pintándosele en ellas no sólo como un puma valiente, comedor de corazones, sino como el bandolero más rumboso y bravo de todos los tiempos. Porque, eso sí, en materia de cuentas, los chupanes podían darle quince y raya al contador más hábil, así como a la hora de pagarle al señor cura tampoco había nadie que los ganara a exactos y escrupulosos. ¿De qué servía la elección de los moshos, la entrega del pueblo, el canto del Capac Eterno, el paseo de las varas, el maranshay[*], si la regla de conducta a que debían sujetar los concejales sus actos habría de quedar ignorada por un simple desconocimiento del porvenir, fácil de remediar con una catipa? Publicado en 1920, marcó el inicio de un nuevo indigenismo en la literatura peruana . Llegando a las siguientes conclusiones: El diseño e implementación de programas de intervención didácticas centrados en el análisis de la superestructura textual para. «Hijo de bandolero no sirve. Así lo describe una carta, que he tenido la ocasión de ver, precisamente en casa de una pariente suya, señora. ¡Obasinos! —¿Y no crees tú, Chuqui —dijo un indiecito de rostro feroz que se movía de un lado a otro, llevando medio a rastras un rifle mánlincher, más grande que él—, que sería bueno llevarnos el manto de San Santiago y la espada para nuestro patrón San Pedro, y que le cortáramos la cabeza a su caballo para que no vuelva a morder a la gente, como dicen? Parece un predestinado a no sentir la garra inteligente del arado, ni la linfa fecundante del riego, ni la germinación de la semilla bienhechora. ¿Tú qué dices? Y cuando volvían, su vuelta, en vez de aquietar los ánimos, servía sólo para escandalizarlos, pues de cada excursión lo único que traían eran indios infelices, denunciados como bandoleros por la inquina lugareña, numerosas puntas de ganado lanar y vacuno y escopetas viejas y rifles inservibles, para disimular con estas recolecciones vandálicas la inutilidad de sus batidas. »¿No has visto al indio bajo las chozas, tras de las tapias, en los caminos, junto a los templos, dentro de las cárceles, sentado impasiblemente, con el huallqui sobre las piernas, en quietud de fakir, masticando y masticando horas enteras, mientras la vida gira y zumba en torno suyo, cual siniestro enjambre? Un fiasco para el virtuosismo, una jugarreta a la teoría, un golpe al ideal. — Misti: persona blanca; por asociación, miembro de la clase dominante; mestizo, en el sentido peyorativo de aquel que renuncia a su entidad indígena. Pero el de Obas, a quien la frase nuestras riquezas no le sonaba bien, pidió una explicación. Ni ruidos, ni bultos sospechosos; sólo una leve y rosada claridad comenzaba a teñir la cumbre de los cerros. —Por él mismo, señora. ¿Hice bien? Un asno así es merecedor de pasar a la categoría de hombre y de participar de todas las ventajas de la ciudadanía. ¡Si seréis bobos vosotros! En ella, una frugalidad inútil, una sed de ahorro insaciable, una miseria intencionada. Total: ciento dos soles. Vosotros no me la jugáis dos veces ¡recontra! —No. Porque al ser ciertos todos esos horrores y su autor el hijo de Magariño, ¿no era lo más acertado suponer que Ishaco fuese uno de los de la banda y el inspirador de esos odiosos refinamientos de crueldad? ¿Concibe usted que se pueda vivir siendo hombre y perro a la vez? ¡Enemigos! Son dos en cada concejo, y deben ser mozos fuertes para imponer sus mandatos con las manos si es preciso. ¡Un hombre debiéndole la vida a una coincidencia, a una casualidad! Ya tengo el corazón tranquilo y el pulso firme. ¿Desde cuándo nació esta amistad? — Chaquitaclla: arado de pie; especie de pala que se maneja con manos y pies, y que sirve para cosechar. Un piojo no sabe ni quiere saber de estas cosas. El vicio del regateo no había contaminado todavía el alma sencilla de los chupanes, y los mozos que vivían amancebados, apenas veían rayar el segundo día del año, comenzaban a invadir la casa cural, graves y sumisos, mientras sus compañeras, alegres, limpias, enjoyadas, marchaban detrás, dándole vueltas al huso, símbolo de la labor doméstica andina. Las más importantes novelas de estos autores, El Padre Horán (1848) y Aves sin nido (1889), derivaban la solución de este dilema a una especie de apelación a la conciencia moral de las clases mandantes, si bien es indudable que a lo largo de los mencionados textos se dejaba percibir sus raíces sociales y económicas, y que en la entrelinea —o explícitamente en el caso de Aréstegui— se postulaba la necesaria conversión de esta sociedad defectiva en otra más comprensiva y . Me asaltó un presentimiento. 05 Dic. Bueno es el hijo de mi madre para consentir que le tomen su nombre en esas cochinadas… —No te molestes, taita. Lo que tengo el honor de comunicarle para que usted se sirva ordenar las medidas del caso». Y ahora la tempestad salía estorbándole en el camino, obligándole a detenerse en el sitio más peligroso, un sitio conocido ya por los vigilantes de la Recaudadora, y en el que a veces se aventuraban a penetrar en busca de contrabandos posibles. Learn how we and our ad partner Google, collect and use data. —Es que usted no sabe las costumbres de esas gentes, señor. — Au, aumi: sí. Cuándo: 06 - 13 de Febrero Horario: 20:00 hrs. Una estupidez destilada de un tubérculo. —interrogué, tonante y amenazador—. Sobre todo, desprecia el peine. Hay consenso en señalar el aporte de ese libro, publicado en 1920, en lo que respecta al tratamiento literario del indio y del problema indígena. Carne venado gustarle mucho mi padre. ¡Cómo se deleitaba cuando oía cantar a las ranas en las noches de lluvia! Y al reparar en Racucunca, que en ese instante, con un gran espejo cóncavo, de oro bruñido, recogía un haz de rayos solares para encender el nevado copo de algodón, del que había de salir el fuego sagrado para los sacrificios, levantó el puño como una maza, escupió al aire y del arco de su boca salió, como flecha envenenada, esta frase: «Cori-Huayta no será tuya, traidor. Cuarentiocho horas después, a la caída de una tarde, llena de electricidad y melancolía, vi un rostro, bastante conocido, aparecer entre la penumbra de mi despacho. —gimió más que habló una voz en el centro de la plaza—. En el mundo andino, la cosmovisión está principalmente ligada a la cosmografía, que es la descripción del cosmos, en este caso correspondiente al cielo del hemisferio austral, cuyo eje visual y simbólico lo marca la constelación de la Cruz del Sur, denominada Chakana en la antigüedad, y cuyo nombre se aplica a la Cruz Escalonada Andina, símbolo del Ordenador o Viracocha. —Acabo de confesarme. Y exaltado por los recuerdos, nostálgico y cargado su corazón de odio como una nube de electricidad, harto en pocos días de la vida de azar y merodeo que se le obligaba a llevar, volvió a repasar, en las postrimerías de una noche, el mismo riachuelo que un mes antes cruzara a pleno sol, bajo el silencio de una poblada hostil y los ladridos de una jauría famélica y feroz. —¿Comprometerse por tan poca cosa? Acaso haya influido en su concisión y, a veces, en sus descensos súbitos, un largo tránsito por la magistratura. V —Estaré viendo marcharse al indio y no lo creeré. —Se equivoca usted lastimosamente, mi querido juez. especie de — Vara-trucay: cambio de varas. ¿Dónde están las “depravaciones sexuales”? Y, sin esperar respuesta, el hombre, que no era otro que Hilario Crispín, desató el saco y vació de golpe el contenido, un contenido nauseabundo, viscoso, horripilante, sanguinolento, macabro, que, al caer, se esparció por el suelo, despidiendo un olor acre y repulsivo. Una cursilería, una estupidez, porque la libertad del amor está por encima de todas las libertades. —¡Dale! ¡Cuánto no habría usted dado por ser en ese momento el piojo de la señora Linares! —Verdad, taita. Y al hacer tu catipa debes hacerla con fe, con toda la fe india de que tu alma mestiza es capaz. Ambientados en Huánuco, son los primeros relatos en dar una visión del mundo andino liberada de sentimentalismos y . Si hablas te ahorco. Y cuando el agente es moroso o poco solícito, ellos bajan de sus alturas, sin importarles las grandes distancias que tienen que recorrer a pie, y se les ve entonces en Huánuco, andando lentamente, como distraídos, con caras de candor rayanas en la idiotez, penetrando en todas las tiendas, hasta en las boticas, en donde comienzan por preguntar tímidamente por las clásicas cápsulas del 44 y acaban por pedir balas de todos los sistemas en uso. ¿Por qué pudiendo hablar de los animales hemos de hablar de las gentes? Esto de perro ingrato es una metáfora que me dictó la solemnidad del momento, porque yo no sé que hayan perros ingratos. Hablemos entonces de los animales. Si los indios se contaran, se organizaran y fueran más a la escuela y bebieran menos, ¡cuántas cosas no harían! ¡Ladrón! Así lo oí decir a más de uno que la conoció íntimamente. — Yapa: añadidura o propina. Vete y cuidado con que vuelvas a tocar estas armas sin orden mía. Se goza en infiltrarse entre las uñas de los pies del hombre. ¿Te parece bien? Maille apenas logró correr unos cien pasos, pues otra descarga, que recibió de frente, le obligó a retroceder y escalar de cuatro saltos felinos el aislado campanario de la iglesia, desde donde, resuelto y feroz, empezó a disparar certeramente sobre los primeros que intentaron alcanzarle. Sin stock, sujeto a disponibilidad en almacenes. Soy un creyente que cree hasta en la bondad del suicidio. Lo había observado muy bien. De su obra narrativa sobresalen Cuentos andinos (1920), Matalaché (novela, 1928), Nuevos cuentos andinos (1937), El hechizo de Tomayquichua (novela, 1943) y Las caridades de la señora Tordoya (1955). —exclamó la señora Linares, levantándose bruscamente y yendo a ocultar su vergüenza lejos de nosotros. ¿Y ustedes?… ¿Cuántas tareas al día sacan ustedes? —Mejor sería vaciarlas, Marcos, para que cuando nuestra gente vuelva no le provoque beber, y se emborrache y corramos el peligro de que los chupanes lleguen y nos acaben. ¿Qué iba a ser de su madre sin él? Juez durante varios años en la sierra peruana, vio desfilar ante sí a muchedumbre de personajes humanos llenos de dolor, de miseria y de angustia. Es una de esas tantas inutilidades que la naturaleza ha puesto delante del hombre como para abatir su orgullo o probar su inteligencia. »Una tarde… No, fue una noche de un día cualquiera. En la guerra el que puede más le quita todo al que puede menos. Construido sobre la base de la experiencia y la observación, Cuentos andinos (1920) constituye el testimonio descarnado y auténtico del impacto emocional que un aspecto de la realidad andina generó en su autor. Y en cuanto a vestir y calzar, calza y viste como los mistis[*], y luce cadena y reloj cuando baja a los pueblos grandes a rematar su negocio —como dice él mismo—, que consiste en eliminar de este mezquino mundo a algún predestinado al honor de recibir entre los dos ojos una bala suya. Era éste el punto más importante de aquellos dos días. Han salido corriendo como venados. Antes del mes llamaba todas las cosas por sus nombres. Cuento de Wiracocha: En los tiempos mas antiguos la gente vagaba por todo el mundo, cansados de haber vivido en una miseria reclamaron a los dioses Andinos.Un día un joven dios llamado"Cuniraya Wiracocha" estudio a los viejos señores curacas, ellos decían que los dioses habían olvidado a sus siervos. Una bicoca, que, reducidos a la moneda de hoy y con el interés del diez por ciento, en cinco años, suman cosa de ciento cincuenta soles, a los que hay que agregar los intereses corridos desde que venció el plazo, que, por mucho que sean, no han de ser tanto que os asustéis. ¿Y qué cosa más digna, ni más edificante que esas uniones celebradas bajo el imperio de la tradición y a la sombra bienhechora de la iglesia? Aquello se convirtió en una ronda interminable, sólo interrumpida a cortos intervalos por las lentas y silenciosas masticaciones de la catipa. Cerré luego la puerta, la atranqué (desde entonces he adoptado esta sabia costumbre) y me senté en el lecho, meditando sobre lo que acababa de pasarme. Le aseguro a usted, señora, que es lo más conmovedor que he conocido, lo más triste y lo más trágico también. No lo creo. —gritaba Maille a cada indio que derribaba—. III Maille no se descorazonó por el desdén hostil de sus paisanos. —Los yayas no consentimos que aquí nadie se haga justicia. ¿Qué hacer con una peseta?… —Lo dicho: ¡unos bestias! —El mostrenco está por aquí, taita. Cuando yo te decía… Apúntale, apúntale; asegúralo bien. Se lo adiviné en los ojos. Dejé quieto el sable, miré al rincón y vi… ¿A quién cree usted que vi? 3. Y como la tempestad llevaba trazas de no acabar y era muy temprano para dormir, por decir algo, le dijo a su ayudante: —Ishaco, te estás volviendo lerdo. En esa actitud, con la ropa ensangrentada y desgarrada por las manos de sus perseguidores y las dentelladas de los perros ganaderos, el indio más parecía la estatua de la rebeldía que la del abatimiento. Ante tal imputación, los yayas, que al parecer dormitaban, hicieron un movimiento de impaciencia al mismo tiempo que muchos individuos del pueblo levantaban sus garrotes en son de protesta y los blandían gruñendo rabiosamente. Domingos me prestaba una y yo salía cazar venado y tumbar cóndor. Y viene a aumentar esta celebridad, si cabe, la fama de ser, además, el mozo un eximio guitarrista y un cantor de yaravíes capaz de doblegar el corazón femenino más rebelde. Vuestro padre, ENRIQUE, 1920 Los tres jircas[*] A Juan Durand I Marabamba, Rondos y Paucarbamba. Pero ustedes no saben dónde queda Pisagua, ni qué cosa es un puerto. Pero Juan Jorge, que había estado siguiendo con el fusil encarado todos los movimientos del indio, aprovechando del momento en que éste quedara de perfil, disparó el quinto tiro, no sin haber dicho antes: —Para que calles… El indio calló inmediatamente, como por ensalmo, llevándose a la boca las manos semimutiladas y sangrientas. De aquí que Juan Jorge a los quince años hiciera cosas sorprendentes con el máuser. Dejé quieto el sable, miré al rincón y vi… ¿A quién cree usted que vi? Porque no hay ser que se parezca más al hombre que el piojo. —No es güincher, taita; manglir es. Y la señora Linares, que parecía haber retrocedido al tiempo de la noticia despatarrante, soltó una carcajada tan burlona, tan convulsiva, tan cruel, que no pude menos que decirle, a manera de reproche: —La Pinquiray fue la india más hermosa de los panatahuinos, hermosa como un sol y digna de una estatua. — Taita: papá, papito; tratamiento coloquial a ciertas personas de respeto. ¿Estás seguro de tu porvenir? La coca habla por medio del sabor. »Mira, el opio es fiebre, delirio, ictericia, envilecimiento. No vuelvas a tocarlo porque puede hacer fuego y herirte. Lo más que te ofrezco, como yapa, es pedirle a vuestro patrón, en la misa del primero, que les haga perder la memoria a los obasinos para que no se acuerden más de Colquillas. El indio en ciertos momentos es un demonio. Antes había visto todas estas cosas pasar delante de sus ojos como las más naturales y legítimas del mundo, como cosas que, por lo mismo que pesaban por igual sobre todos, a nadie sublevaban y a nadie envilecían. Y el gran sacerdote, que no había querido ser el primero en hablar: —Sólo hay dos medios: sacrificar a Cori-Huayta o dedicarla al culto de nuestro padre el Sol. Moralmente, se entiende. Mis ojos han visto muchas cosas. Estamos en presencia de un hombre cuya vida es una perpetua contradicción, de quien nadie sabe por qué vino a estas tierras, dejando a su espalda centros más cultos y más propicios al éxito. Fue un matrimonio sin puntos de afinidad; ni siquiera un matrimonio de esos en que los esposos, cuando no coinciden en el sentimiento, coinciden en la opinión. Una vez es ninguna, como dice el adagio. ¿Sientes en la punta de la lengua una sensación? Cuentos andinos 1. Así… así. Y dirigiéndose al agraviado José Ponciano, que, desde uno de los extremos de la mesa, miraba torvamente a Maille, añadió: —¿En cuánto estimas tu vaca, Ponciano? A causa de esto tienen agentes en las principales poblaciones del departamento, encargados de proveerles de munición por todos los medios posibles, los que, conocedores del interés y largueza de sus clientes, explotan el negocio con una desmedida sordidez, multiplicando el valor de la siniestra mercancía y corrompiendo con precios tentadores a la autoridad pública y al gendarme. Y hasta tiene una iglesia, decrépita, desvencijada, a la cual las inclemencias de las tempestades y la incuria del indio, contagiado ya de incredulidad, van empujando inexorablemente a la disolución. Moralmente, se entiende. ¿Y hay nada más cómodo, más perfecto, que sentarse en cualquier parte, sacar a puñados la filosofía y luego, con simples movimientos de mandíbula, extraer de ella un poco de ataraxia, de suprema quietud? ¿Que un Fulano ha amasado su fortuna con el sudor y la sangre de millares de indios? Pero en esos momentos faltaba un corazón que sintiera por todos, un pensamiento que unificase a las almas, una voluntad que arrastrase a la acción. La sabiduría hermosea el rostro y sabe triunfar de la juventud en el amor». La coca nos aconsejará en el momento de la justicia. III Y pasó el primer día del año en Chupán, celebrado con el ceremonial de costumbre. —Sí, taita. Una india, que no tenía más mérito que una carita aceptable. Y los yayas, seguidos del acusado y de la muchedumbre, abandonaron la plaza, atravesaron el pueblo y comenzaron a descender por una escarpada senda, en medio de un imponente silencio, turbado sólo por el tableteo de los shucuyes. —Entonces me apeo. de largo. COMUNICADO SAN FELIPE A LOS PADRES DE FAMILIA- Miércoles 22 ABRIL. Le negaban el saludo; se entraban al verle pasar; cerrábanle las puertas y, para colmo de esa situación odiosa, no tuvo ni la compañía de su padre Conce ni de su abuela Nastasia. Los resultados revelaron que en las dimensiones de pronunciación, semántica y elocución, donde se evidencia que la pronunciación tiene un porcentaje de 71.4% seguido de la dimensión elocución con 50.0% y finalmente la semántica con 35.7% donde se evidencia que el nivel de pronunciación es más elevado. Un pequeño insecto que, seguramente, estaba admirándole su belleza. argumentativos, es una estrategia que adoptada por los docentes. A continuación, se presentan una serie de preguntas, lea cuidadosamente cada pregunta y seleccione la alternativa con la que . ¿Acaso ellos no tendrían también mujer y guaguas como yo? La opción de López Albújar «es —como apunta Washington Delgado — una visión del indio despojada de sentimentalismos engañosos y ajeno a las convenciones literarias». Cada uno había anunciado a Pillco-Rumi su llegada el primer día del equinoccio de primavera, con el objeto de disputar la mano de Cori-Huayta, anuncio que Pillco-Rumi desdeñó, confiado en su poder y engañado por las predicciones de los augures. Otro desvío de lo que un buen burgués llamaría el riel de la normalidad. Porque la coca —ya te lo he dicho— comienza primero por crear sensaciones y después, por matarlas. —¡A arrastrarlo! Los tres estuvieron a punto de chocar un día, atraídos por la misma fuerza: el amor. En el universo narrativo de nuestro autor impera la violencia, y la fascinación por ella causa ese tremendismo, esa truculencia lindantes en naturalismo, que, a no ser por las intervenciones de un narrador que reflexiona en torno a las presuntas razones de los hechos, se diluiría en mero relato de incidencias policiales. Y la crueldad es una fruición, una sed de goce, una reminiscencia trágica de la selva. ¿Así piensan ustedes desde que yo falto de aquí? ¿Y las sesenta vacas lecheras que tienes pastando en Colquillas, por una de las cuales me pediste cien soles? Un garrotazo en la cabeza lo aturdió; una puñalada en la espalda lo hizo tambalear; una pedrada en el pecho obligole a soltar el cuchillo y llevarse las manos a la herida. Y la experiencia resultó un fracaso, como lo habrá adivinado usted, señora, desde el primer momento. Yo, con todo respeto que la mujer ajena me inspira, pero al mismo tiempo con la audacia que siento ante cualquier mujer hermosa, estiré resueltamente la mano y cogí de la celeste y vaporosa tela que cubría la casta morbidez de una espalda marmórea, un insecto rubio y diminuto, que perezosamente tomaba el aire o el sol, sin preocuparse del peligro de una mirada indiscreta. A lo que Jorge contestó: —Ya lo sé, taita; pero no crea usted que voy a morir a bala; voy a morir retaceado. Le había sido necesario mirarlas a través del tiempo y la distancia para reparar en ellas y entenderlas un poco. Ahora, si dudas de la virtud pronosticadora de la coca, nada más fácil: vuélvete a tu casa y consúltala. Y Colquillas vale veinte veces más. Y el más soberbio de los seres. ¡Un hombre debiéndole la vida a una coincidencia, a una casualidad! Algo inaudito en la comunidad. Es entonces cuando aquél siente el deseo de ser algo más que una simple bestia reproductora y de labor; cuando el sentimiento del poder, comprimido el resto del año por el peso de un servilismo milenario, de una igualdad de bestias, le da la sensación de una fuerza propia, brotada de repente de su personalidad, para hacerle saborear a los unos el placer de mandar y a los otros la resignación de ser mandados. Parece inverosímil… »¿Qué es lo que había pasado en la vida de este hombre? Mas lo que no lograron conmover ni menos descuajar de su espíritu las cuchufletas y los epítetos gruesos, ni los periódicos, ni las conversaciones del sargento de su compañía, fue la superstición, todo ese cúmulo de irracionales creencias con que parece venir el indio al mundo y a las que el ejemplo, la fe de sus mayores, las leyendas juradas de los ancianos, la bellaquería de los sortilegios y hechiceros, se encargan de alimentar desde la infancia. III Y llegó el día en que Pillco-Rumi debía celebrar en la plaza pública el matrimonio de todos los jóvenes aptos según la ley. Así se había llamado, hasta poco antes de la llegada del muchacho, una especie de Rey del Monte andino, que durante diez años había vivido asolando pueblos, raptando y violando mujeres, asesinando hombres y arreando centenares de cabezas de ganado de toda especie al reino misterioso de sus estancias, hasta que la bala de uno de sus tenientes le puso término a sus terribles correrías. Está orando, está haciendo su derroche de fe en el altar de su alma. Y el reloj, con su palpitar isócrono, parecía decirme: chac… chac… chac… chac… chac… chac… Y la boca comenzaba a hacérseme agua. ¡Cuidado con que llegues a sentirla amarga! Tal vez por eso están siempre rojos y me lloran mucho. —Del mismo, señor, según nos dijeron en Chaulán cuando nos vieron entrar con él al pueblo. A nadie respeta más que a ti, y eso sólo cuando estás presente. —preguntó con cierta curiosidad no exenta de malicia. Por eso he venido en hablar en este libro de los hombres y de las cosas, en cuyo medio vivo realizando obra de amor y de bien. ¿No tendrás siquiera un sol? —Sacudí no más mesa, taita. Era Ishaco, que se entretenía en restallar una carabina, apuntándole a un blanco imaginario. ¿Y desde entonces están San Santiago y San Pedro queriéndose comer crudos?… ¡Recontra!, que me habéis hecho decir una herejía. —contestaron a un tiempo los cabecillas. ¿Qué? Nada de esto; Juan Jorge lee y escribe correctamente, pues fue nada menos que discípulo del maestro Ruiz, maestro de mucha fama, que en cierta ocasión, haciendo uso de sus imprescriptibles derechos de tal, al encontrarse con el antiguo discípulo, díjole: —Hombre, me han dicho que estás muy dañado; que te has dedicado al triste oficio de matar gente. Es Pampamarca. »Y llegó el día en que un gran pedazo del labio superior desapareció completamente, dejando al descubierto una encía purpúrea y unos incisivos amarillentos, que parecían ansiosos de morder; que la nariz irreprochable quedó convertida en un triángulo oscuro, viscoso, cóncavo; que uno de los ojos comenzó a desorbitarse y a tomar un estrabismo siniestro. Ishaco puso la carabina en el armario y se retiró mientras yo, disgustado por lo que acababa de ver y de oír, comencé a pensar en la manera de deshacerme de tan extraña criatura. Quizás si en esta facilidad misma está la causa de la mezquina importancia que le da el indio a la parte romancesca del amor. ¡Pero al piojo! Construido sobre la base de la experiencia y la observación, Cuentos andinos (1920) constituye el testimonio descarnado y auténtico del impacto emocional que un aspecto de la realidad andina generó en su autor. En las noches lunares su tristeza aumenta hasta reflejarse en el alma del observador y hacerle pensar en el silencio trágico de las cosas. Primero se agarrarán ésas, después se agarrarán las de acá. La paz de que se hablaba en Huánuco era una mentira, una celada que el genio diabólico de esos hombres tendía a su credulidad, para sorprenderles y despojarles de sus tierras, incendiarles sus chozas, devorarles sus ganados y violarles a sus mujeres. Llévatelo, taita; no sirve». Nastasia le ha abierto la puerta —exclamó palpitante, emocionado, estremecido aún por el temor, con la cara de un perro que viera a un león de repente. Más allá de lo anecdótico o de los soportes extraliterarios que estos hechos brinden al análisis, lo cierto es que los relatos de López Albújar parten de una experiencia de la realidad, a la que se accede por vía de la observación, la observación de un mundo en el que la justicia y la venganza configuran un cuerpo de leyes de uso y vigencia singulares. Bien ha hecho Dios en darle las patas que tiene. Estas manifestaciones despertaron su amor propio, y le dieron una mayor conciencia de su personalidad, acabando ésta por adquirir mayor fuerza el día en que dejó de ser un simple número del batallón para convertirse en el cabo Maille. Y ante ello, el objetivo del presente estudio fue demostrar que a través de los cuentos andinos tradicionales es posible . Esto me ha hecho demorar más de una hora. Entonces entró Aponte resueltamente en el camino de una nueva vida, vida llena de azar, de riesgo, de rudeza, de desafío, de arrojo y de suerte. Di un salto, miré atentamente y, después de cerciorarme de que lo que el indio tenía en la mano eran realmente dos ojos, le pregunté, lleno de horror: —¿De quién son esos ojos, canalla? ¿Sí? Desde 1982 reside en San Salvador de Jujuy, donde trabaja como docente en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Yo habría querido que la sintieras dulce, pero muy dulce. Y este universo se plasma ahora en máscaras médicas, lavables y reutilizables. Address: Copyright © 2023 VSIP.INFO. ¿De dónde ha sacado esta filosofía el indio? Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega por el sitio web. —Cinco soles siquiera rebajarás, taita. Porque él fue el insecto de mi sueño; él fue quien, desde un rincón de mi oído, movido por no sé qué fuerza misteriosa y sugestiva, me dio la voz de alarma. Un delito que había alarmado a todos profundamente, no tanto por el hecho en sí cuanto por la circunstancia de ser la tercera vez que un mismo individuo cometía igual crimen. Beberemos. —¿Qué es? ¿No querrás tú, Padre Sol, cegar con tus ojos los ojos de aquel que pretenda posarlos en los encantos de Cori-Huayta? Se había casado de repente allá lejos, en las montañas, entre las cuatro chozas de una aldea perdida, para después ir a establecerse con su mujer en la soledad neurastenizadora de un fundo. Le has tomado algún cariño al muchacho. Sobre todo, que el dinero en manos de gentes como vosotros es causa de perversión. Pero no se los dio sin papel. Nombre de la obra literaria: Ushanan Jampi. Durante el día la labor del papel sellado me absorbía por completo la voluntad. . Y Perú también es Pachas, Obas, Chupán, Chavinillo, Margos, Chaulán… y Panao, y Llata, y Ambo y Huánuco. Y prefiere también las serranías y no desdeña la miseria del pobre. —Bueno, hombre, sigue como te dé la gana, y vamos a nuestro asunto. Y, haciendo saltar la moneda sobre la mesa, añadió: —Para que se lo des a los de Obas a cuenta de los escudos. Los tiros de máuser están hoy muy escasos y no hay que desperdiciarlos en caprichos. Por cierto que López Albújar retoma una tradición realista en el tratamiento del problema indígena. »¿Luego era cierto lo del sueño? ¡Perdóname! Los múltiples rostros del proletariado en los siglos XVII y XVIII, “Si no hay un control público efectivo de los alquileres habrá más desahucios, más familias en la calle”, MARX JUEGA: UNA INTRODUCCIÓN LA MARXISMO DESDE LOS VIDEOJUEGOS (Y VICEVERSA). Y como oí que todos se llamaban peruanos, yo también me llamé peruano. —dijo el presidente al aludido. Vas a irte para no volver más. — Huayruro: semilla del árbol homónimo (Ormosia coccinea), de color rojo y negro, que se usa como adorno y como amuleto. Su castidad se deslizaba serena por entre los escollos de la vida solteril. ¡Pero qué hijos, señora mía, qué hijos! La choza sería la trampa en que habría de caer alguna vez el condenado. la. —Hombre, tanto como generoso no; la generosidad es el vicio de los manirrotos, un pecado que inventó el demonio de la vanidad. Se trataba de Ishaco, el indiecillo aquel que un tiempo fue el rebullicio y tormento de mi casa, y, a pesar de esto, la alegría también. Les ponía, por ejemplo, la puntería en la boca, porque así me lo habían pedido, y resultaba dándoles en el ojo o en la nariz. —Todo eso es nada al lado del caso Zimens. ¿Usted ha visto alguna vez un perro ingrato? —Sí, la he visto en fotografía en cierta casa. Del huallqui, arca sagrada de su felicidad. Pero tú bien puedes reírte de los médicos, de los químicos y de los fisiólogos… »Y es que la coca no es vicio sino virtud. Ante el peligro ni se conmueve, ni huye; se deja matar tranquilamente, desdeñosamente. A no ser que prefieras una chaccha sobre andando. —¿Qué dices, hombre? Cuspinique, que no había perdido palabra del coloquio, por más musitado que había sido, terció, hablando como para sí y rebosando en socarronería: —En yegua, tampoco; en mula. La muerte de Jesús fue un triunfo, y él tuvo después del descendimiento siquiera el regazo bendito de una madre. Hay que hacer mucho, ¿me entiendes? —Porque te has dejado alcanzar. LIBRERÍA DUQUE DE ALBA Pero Maille era demasiado receloso y astuto, como buen indio, para fiarse de ese silencio. Un olvido que no se lo explicaba y que podía traerle quién sabe qué consecuencias terribles. Pasado un gran rato, como queriendo reparar su descuido de la mañana, se levantó, extendió los brazos por encima de la cabeza, juntó las manos, dentro de las que tenía un puñado de coca, dirigió la mirada hacia el punto donde creía que estaba su jirca protector, y exclamó con toda la fe de un creyente: «Jirca-yayag, te masco coca, te endulzo para que no me hagas nada esta noche. Runtus, durante el viaje, había caminado pensando: «Mi vejez es sabiduría. «¿Quién será, pues, señorita?». La cuenta estaba muy clara, más clara que el jacha-caldo[*] de sus feligreses; pero no llegaba a los doscientos veinte que había pensado. — Laupi: árbol cuya madera se prefiere para hacer imágenes. Pero hay aguardiente que vienen por él de día y aguardiente que vienen por él de noche. Hazme llegar bien donde voy; haz que la tempestad recoja su agua y, cuando salga de aquí, que los vigilantes no me encuentren ni me vean. Tiene forma de cruz latina, con una portada lateral barroca- mestiza en piedra labrada con presencia de arte nativo aimara. »Y habría seguido filosofando si el sueño no se hubiese apoderado nuevamente de mí. Durante esos treinta días su consumo de coca había sobrepasado al de costumbre. Tuvo al menos el talento de conquistar a un gringo. Vamos, cede un poco. «Hoy no habrá coca —me dije—. ¿Considera usted que el tamaño de mercado de telecomunicaciones afecta en su decisión de compra? »Y volví a soñar, mejor dicho, reanudé mi primer sueño. Hermandad eterna, satánica. Trascender las impactantes imágenes de López Albújar implica acceder a un espacio en el que la rebeldía, la altivez que recapturan para sí sus personajes es un asedio inacabado a la paradójica humanización por la violencia. Los tres colosos se han situado en torno de la ciudad, equidistantemente, como defensa y amenaza a la vez. El indio no sólo no hace mérito de sus conquistas amorosas, sino que ni se jacta de ellas ni las convierte en gloria de sus héroes. de Fauna Andina "Eduardo Avaroa"; Unidad de Vida Silvestre de la Dirección General de Biodiversidad. Huánuco, cuna de héroes y de hidalgos, acababa de ser libertada por los humildes shucuyes del Dos de Mayo. Editorial Traficantes de Sueños. La primera vez te aconsejamos lo que debías hacer para que te enmendaras y volvieras a ser hombre de bien. ¿Sabe usted lo que dijo? Porque los cincuenta soles no son realmente cincuenta escudos, sino mucho más. El perro se agacha, se humilla, implora cuando recibe un puntapié del amo, o cuando se ve con un palo encima. Las tierras que están al otro lado de la cordillera son Perú; las que caen a este lado, también Perú. A esto se reduce toda la habilidad del oficio. Yo estimo mucho al piojo desde la noche aquella en que le perdoné la vida a mi criado. Salté del lecho, encendí la vela, eché mano a un sable viejo y mohoso que conservara como recuerdo de una de nuestras redentoras revoluciones, y comencé rabiosamente, con una ceguedad de ciervo irritado, a repartir cintarazos a diestra y siniestra. Marabamba es a la vez triste y bello, con la belleza de los gigantes y la tristeza de las almas solitarias. ¿No admiras su inteligencia, su pasmoso espíritu de adaptación? —¿De veras?… No; lo hizo usted por envidia al piojo. Antes que él Narciso Aréstegui (1826-1869) y Clorinda Matto de Turner (1854-1909) habían abordado este crucial asunto nacional, desde la perspectiva de su época. Juez durante varios aos en la sierra peruana, vio desfilar ante s a muchedumbre de personajes humanos llenos de dolor, de miseria y de angustia. Lo que tenía que recibir esa mañana, en forma de discos relucientes y acordonados, no le parecía bastante. —No sé, taita. Si yo te contara, taita, por qué jircas Rondos, Paucarbamba y Marabamba están aquí… II Y he aquí lo que me contó el indio más viejo, más taimado, más supersticioso y más rebelde de Llicua, después de haberme hecho andar muchos días tras él, de ofrecerle dinero, que desdeñó señorialmente, de regalarle muchos puñados de coca y de prometerle, por el alma de todos los jircas andinos, el silencio para que su leyenda no sufriera las profanaciones de la lengua del blanco, ni la cólera implacable de los jircas Paucarbamba, Rondos y Marabamba. «¿Y adónde es eso?», dije yo. ¡Parece mentira! —Con lo que nada perdería la moralidad, señora, porque, usted bien lo comprende, antes de quitar a una mujer la manta habría que quitarle la voluntad. Más del autor ( Pero no había transcurrido un minuto de su salida cuando un alboroto, proveniente del patio, me sacó de mi abstracción. ¿Por qué os había de dar Dios, nuestro Señor, de comer si teníais a Santiago, uno de sus santos más queridos, como un pordiosero? ¿Qué estás ahí diciendo, animal? Y para un indio honrado ésta es la peor de las tachas que puede tener un pretendiente. Claro que hay que tener en consideración que los personajes de López Albújar no tienen la pretensión de convertirse en arquetipos y que, por lo tanto, es preciso verlos como tales, es decir como individualidades cuya conducta intenta ajustarse a una situación y a su propio carácter de seres marginales. Moralmente, había ensanchado el círculo de sus nociones sobre lo lícito o ilícito, pero conservando los resabios de superstición que en su alma ingenua y rústica alimentara la tradición, el ejemplo, las costumbres y la raza. Lo que se nos brinda, en cambio, es un universo de orgullos que relampaguean y enceguecen con sus agresividades en pugna, adquiriendo una dimensión tal que la vida parece tanto más intensa cuanto más se la pruebe en la instantánea suerte de las armas. Y dirigiéndose al reo: —Cunce Maille: desde este momento tus pies no pueden seguir pisando nuestras tierras porque nuestros jircas se enojarían y su enojo causaría la pérdida de las cosechas, y se secarían las quebradas y vendría la peste. ¡Ya va a tolerar un piojo trato semejante! Vense allí cascadas cristalinas y paralelas; manchas de trigales verdes y dorados; ovejas que pacen lentamente entre los riscos; pastores que van hilando su copo de lana enrollado, como ajorca, al brazo; grutas tapizadas de helechos, que lloran eternamente lágrimas puras y transparentes como diamantes; toros que restriegan sus cuernos contra las rocas y desfogan su impaciencia con alaridos entrecortados; bueyes que aran resignados y lacrimosos, lentos y pensativos, cual si marcharan abrumados por la nostalgia de una potencia perdida; cabras que triscan indiferentes sobre la cornisa de una escarpadura escalofriante; árboles cimbrados por el peso de dorados y sabrosos frutos; maizales que semejan cuadros de indios empenachados; cactus que parecen hidras, que parecen pulpos, que parecen boas. —Todo no. Y tuvo razón Tucto al decir que Crispín no andaba lejos, pues a poco de callarse, del fondo de la quebrada surgió un hombre con la carabina en la diestra, mirando a todas partes recelosamente y tirando de un carnero, que se obstinaba en no querer andar. Al muerto hay que sacarle los ojos y guardárselos para que no indique a la familia dónde se encuentra el illapaco; y la lengua también, para que no avise; y el corazón, para comerlo cuando es de un valiente, porque esto da más valor. ¿Qué le has preguntado?… Callas, la escupes. Nosotros sólo tenemos carneros, vacas, terrenitos y papas y trigo para comer. ¿Que un marido mató por celos? Y en el sur, una vez que supe por el sargento de mi batallón por qué peleábamos, y vi que otros compañeros, que no eran indios como yo, pero seguramente de mi misma condición, cantaban, bailaban y reían en el mismo cuartel, y en el combate se batían como leones, gritando ¡Viva el Perú! —Fue usted ingrato y cruel. —¿Y en tu tierra, mi sargento, cuánto ganan? Sobre todo, desprecia el peine. ISBN: 978-84-7884-076-2. Di la verdad, ¿no quieres hacer una chacchita, una ligera chacchita?… Parece que mi pregunta no te ha disgustado. Parecía crecer por centímetros. Don Melchor se acarició la barba con unción de sacerdote que dijera una misa, entornó los ojos como buscando algo interiormente, y, después de un largo calderón de silencio, comenzó: —Tengo sesenta años largos, que valen por seiscientos. ¿Y qué creen ustedes que hizo? Sólo la iglesia y la casa de taita Ramun no tocarán. — Alli-achishum: «los pondremos bien, los conciliaremos»; amonestación que pretende la reconciliación entre el agresor y sus víctimas. ¿No eres peruano? Aquella diabólica idea de colgar a los hombres por los pies toda una noche… Aquella vivisección lenta y sañuda, digna de un suplicio chinesco… Pero mis dudas se habían desvanecido repentinamente. — Haravicu, harahuicu: popular; poeta, trovador. Como manejo de estrategias metodológicas y niveles de comprensión de texto. Los campos obligatorios están marcados con. —¿Por qué, señorita? Ya sé por qué. No hay que mirar esta bandera con odio sino con amor y respeto, como vemos en la procesión a la Virgen Santísima. Sólo faltaba que alguno de esos sabuesos le cayera encima. Vienen por nuestras doncellas. Cuando salía en su litera a recoger flores y granos para la fiesta del Raymi[*], seguida de sus doncellas y de sus criados, las gentes se asomaban a las puertas para verla pasar y los caballeros detenían su marcha embelesados, mirándose después, durante muchos días, recelosos y mudos. Aquello significaba un reto, una burla a la justicia severa e inflexible de los yayas, merecedora de un castigo pronto y ejemplar. Y mientras doña Santosa y don Ramón tornaban a la casa, aquélla, llena de curiosidad, preguntole: —¿Qué ha dicho ése? —¡A arrastrarlo! Spoiler: Cuento popular andino. Buenas Tareas - Ensayos, trabajos finales y notas de libros premium y gratuitos | BuenasTareas.com Lo harás por observación. Al cabo de un rato dios pidió al viejito su tambor. ¡Y con qué religiosidad abre su huallqui, y con qué unción va sacando la coca a puñaditos, escogiéndola lentamente, prolijamente, para en seguida hacer con ella su santa comunión! En cambio es movimiento, vida, esperanza, amor, riqueza. ¡Claro! Pero yo no me refiero a eso. Había bastado la voz de un hombre para hacer vibrar el alma adormecida del indio y para que surgiera, enhiesto y vibrante, el sentimiento de la patria, no sentido hasta entonces. Y empujándola cariñosamente hacia adentro, murmuró: —No; la verdad es que ese bestia de Cuspinique tiene razón. Aquello de los ojos azules como luceros… Una frase de colegiala romántica. ¿Y el asesinato del joven Carrillo? “¿Conque eras tú? Cuentos Andinos - El Toro Encantado (Distrito de Huanta - En Español) CONCURSO DE CUENTA CUENTO NIVEL INICIAL . Y para augurar también. Por su estatura aparentaba doce años, pero por su vivacidad y por la chispa de malicia con que miraba todo y su manera de disimular cuando se veía sorprendido en sus observaciones, bien podría atribuírsele quince. Aquello dejaba de ser una simple distracción para convertirse en un ensayo amenazador y siniestro. —¡Hum! — ¡Tatau! ¿Qué vale para el indio la luz de todas las civilizaciones juntas, disfrutada al amparo de la ciudad, comparada con un rayo de sol, disfrutado al amor de sus majestuosas cumbres andinas? Crispín, que comprendió también la feroz ironía del viejo, sin volver la cara respondió: —¿Qué te podrá dar un mostrenco? —De Valerio, taita. La coca revela verdades insospechadas, venidas de mundos desconocidos. All rights reserved. Lo primero que se me ocurrió fue que Valerio se había fugado. ¡Pero ya volveré, ya volveré! Así sólo se mata a las chinches, a las arañas, a las cucarachas, a las pulgas. Algunos de sus títulos son. En la costa, frente al mar, entre las novedades y melindres de la higiene, un buen piojo, un piojo honesto, no puede vivir. ¿Dónde están mis ligas?”, de un rincón del dormitorio me respondió una voz, que parecía un hipo: “¡Perdón, taita! Pero al poner el pie en el primer escalón, Facundo, que no había perdido la serenidad, con un brusco movimiento de riñones hizo perder a Maille el equilibrio, y ambos rodaron por el suelo, escupiéndose injurias y amenazas. El día se ha hecho para trabajar, y en esto del contrabando hay que olfatear y ver venir desde lejos y sin dejarse ver. ¿He exagerado la pintura? Pero una vez en su pueblo, en Chupán, donde llegó una tarde, su desencanto fue doloroso. Por antecedentes de notoriedad pública sabía que Hilario Crispín, el raptor de su hija, era un indio de malas entrañas, gran bebedor de chacta[*], ocioso, amigo de malas juntas y seductor de doncellas; un mostrenco[*], como castizamente llaman por estas tierras al hombre desocupado y vagabundo. ¡A Huánuco! Glosario — Alcalde pedáneo: el elegido por la comunidad, con amplias facultades para gobernarla y administrarle justicia, pero sin perder de vista la tradición. La bebida engendra tristezas pensativas de elefante o alegrías ruidosas de mono. Y en cuanto a su ama de llaves, doña Santosa, no la obsequiaban ya como en otros tiempos. Efectivamente, el hombre de la bandera, como ya le llamaban todos, había recibido durante el combate una bala en el muslo derecho. Autor : Enrique López Albújar. En sus flancos graníticos no se ve ni el verde de las plantas, ni el blanco de los vellones, ni el rojo de los tejados, ni el humo de las chozas. —¡Tomen, perros! Juan Jorge oía estas cosas con el respeto y admiración de un verdadero discípulo, sufriendo al separarse del maestro horas de desaliento profundo y torturas de ansiedad de perfección infinita en su arte. El que se la hace pierde su derecho. El indio sonrió por toda respuesta. ¡Lárgate a tu perrera a dormir! Ha podido usted ocasionarle un desmayo. Es como el chino. Mataban por aburrimiento; incendiaban por distracción; robaban por deseo irresistible; quizás lo hacían todo por atavismo o diletantismo inconsciente. Para qué son tan bestias los indios. ¿Qué te crees tú? Hay que ser patriota hasta en el vicio. Porque ¿cómo pensar que Ishaco habría de renunciar para siempre a la vida del campo, a la vuelta al seno de los suyos? En ello consistió lo que, usando los términos de Pedro Morandé, hemos llamado una estructura de comunicación intercultural en el ámbito de la pintura colonial andina, la cual no se estableció en el nivel del discurso reflexivo, sino en el nivel pre-discursivo del rito y del sacrificio: de la observación eficaz de la dimensión trascendente de la realidad por medio de pinturas. Este resumen de cuentos andinos se compone de diez relatos siendo los siguientes, Los Tres Jircas, La Soberbia del Piojo, El Campeón de la Muerte, Ushanan - Jampi, El Hombre de la Bandera, El Licenciado de Aponte, El Caso de Julio Zimens, Cachorro de Tigre, La Mula de Taita Ramun, Como habla la Coca. Especializadas en ensayo político bajo licencias Creative Commons. Para qué sacarlo, taita. «H. —José Ponciano te acusa de que el miércoles pasado le robaste un vaca mulinera y que has ido a vendérsela a los de Obas. El barranco Di Benedetto, A. Felino de Indias Ferreiro, C. E. El gallego Esteban Uslar Pietri, A. El ensalmo Uslar Pietri, A. Una hora de festejo y alcohol y de confianza también, rara en un hombre que siempre desconfió de todo, lo puso a merced de un compañero traidor. Un año no hubo cosechas en todas las tierras de Chupán. —No importa. Además, el mismo chico, por no sé qué razones, había contribuido a este silencio, a esta extinción del apellido paternal. Y, naturalmente, acepté. Fue esta pasión la que una vez llevó al indio a pasear en triunfo, sobre una improvisada pica, el corazón de un toro, sorteando las persecuciones de la cocinera y canturreando un aire indígena. Hace muchas noches que tu madre no duerme esperándote. Los hombres y las mujeres de ese universo narrativo actúan como impulsados por los más elementales instintos. Por eso él pensaba en el porvenir. Su padre tiene terrenos y ganados. Y mostrándome al indiecito, añadió: —Ahí donde usted lo ve, señor, tiene su geniecito, pues es nada menos que hijo del famoso Magariño. No sólo las virtudes salvan a los pueblos sino también los vicios. Pillco-Rumi[*], curaca de la tribu de los pillcos, después de haber tenido hasta cincuenta hijos, todos varones, tuvo al fin una hembra, es decir una orcoma, pues no volvió a tener otra hija. Páucar se detuvo. Son tan viciosos como los ingleses y los franceses juntos. Don Ramón arrugó el entrecejo, se rascó la punta de la nariz, señal de que algo le disgustaba, y, midiendo de arriba abajo al indio, con una de esas miradas que quisieran adivinar lo que hay en el bolsillo de las gentes, contestó: —Hola, buen mozo, ¿conque me traes ya eso? Dicen que con la plata que les debe Chupán podrían techar Colquillas. ¿Y dónde me deja usted al pique? Sus palabras retadoras, a excepción de Sabelino, fueron mal recibidas por sus compañeros, capaces, tratándose de los hombres, de todas las atrocidades imaginables, pero supersticiosos y cobardes hasta la asquerosidad ante las cosas de la iglesia. Y, mientras en la casa cural don Ramón sostenía violento diálogo con doña Santosa sobre la exigüidad de las primicias que ésta había anotado en la mañana y la miseria de los potajes que le habían remitido, en el cabildo, los moshos y los yayas, rodeados de gran parte de los vecinos, se preparaban a la solemne catipa, llamada a predecir los futuros sucesos del año. ¡Ladrón! Su memoria visual, plástica especialmente, era prodigiosa. —Si nadie nos ha querido decir, señor, en Chaulán, quiénes son sus parientes, ni recibirlo tampoco. Y los tres llegaban a la misma hora, resueltos a no ceder ante nadie ni ante nada. —Vaya si recuerdo. No lo olviden. ¿Por qué no se asoman ésos…? Entre morir tú y tener que irme yo en busca de otro hombre para vivir, opté por que vivieras. No satisfecho aún de su obra, volvió los ojos a CoriHuayta, que asustada, había corrido a refugiarse al lado de su padre, y mirándola amorosamente exclamó: ¡Huáñucuy! Poe lo tuvo, Baudelaire lo tuvo… Y Cervantes también: tuvo el vicio de las armas, el más tonto de los vicios. Pero el piojo, que seguramente leyó mi pensamiento, se apresuró a contestarme: “¿Y lo que diezmas tú con el alcohol, la sífilis, el homicidio y la guerra?”. Todo lo que tú vendes es robado. Por eso tan luego como los decuriones, presididos del alguacil mayor, que ronzal en mano marchaba espantando a la granujería, se presentaron delante del cabildo, conduciendo las doce ventrudas tinajas de la chicha y las doce tinajuelas de la chacta, el gentío prorrumpió en ruidosas exclamaciones y el señor alcalde pedáneo enarbolaba la florida vara y, pegada la capa sobre los hombros, con el desafío del que, a fuerza de usar una cosa, ha acabado por familiarizarse con ella, interrogoles con la frase sacramental: —¿Dónde está lo de atrás? —Está bien. Una noche de agosto de 1883, cuando todas las comunidades de Obas, Pachas, Chavinillo y Chupán habían lanzado ya sobre el valle millares de indios, llamados al son de los cuernos y de los bronces, todos los cabecillas —una media centena— de aquella abigarrada multitud, reunidos al amparo de un canchón y a la luz de las fogatas, chacchaban silenciosamente, mientras uno de ellos, alto, bizarro y de mirada vivaz e inteligente, de pie dentro del círculo, les dirigía la palabra. ¡Nada tocado, taita! Con cinco años o seis de trabajo podría retirarse, llevándose algunos reales, que le servirían para adquirir tierras, ganados y vivir como un hombre de respeto. —Vaya, hombre, echasteis la casa por la ventana y os reconciliasteis con Dios y vuestro patrón. —¡Hombre, hombre, en qué líos os han metido vuestros patrones! ¿Qué podría ser aquello? Todo eran decretos, autos y sentencias. El cargo y el traje te lo impiden. Los viejitos caminaban por delante, dios por detrás. ¡Y de qué modo! ¿Me has entendido? Nada de tiros. ¿Te has olvidado de esto, Pomares? Su aspecto inspiraba lástima. Pero veo que usted me ha eludido la cuestión. —Explíqueme usted su paradoja. Es Crispín. En una fría noche de vísperas de Navidad. —Verdad, taita. Pero te advierto que cada tiro va a costarle a Liberato un carnero de yapa[*]. —¡No le hagan así, taitas, que el corazón me duele! Porque ¿quién puede decir que mañana no proseguirán su marcha? Fuera de que su permanencia en mi casa sólo podía ser temporal, ni yo me sentía inclinado a tomarle definitivamente a mi servicio, ni él era, por su origen y su raza, de los indios que se resignan a vivir uncidos al yugo de la servidumbre. —Así es. Agréguese a esto el egoísmo de una mujer, extrañamente insociable, y se tendrá el cuadro completo del hogar de Julio Zimens. Que vengan aquí todos los yayas desarmados y, a veinte pasos de distancia, juren por nuestro jirca que me dejarán partir sin molestarme. Cincuenta escudos, que son cien soles, al diez por ciento anual… —Perdona, taita, que te interrumpa. IV Una tarde la tempestad cogió a Aponte en uno de los tantos desfiladeros por donde solía deslizarse sigilosamente con sus contrabandos, y viose en el ineludible caso de descargar el aguardiente y acampar allí mismo, lleno de rabia y murmurando palabras incoherentes. Nuevos cuentos andinos contina la primera serie (1920) que signific la consagracin . Sólo sabía que, en torno de esa autoridad, caída en Huánuco de repente, se agitaban hombres que días antes habían cometido, al amparo de la fuerza, todos los vandalismos que la barbarie triunfante podía imaginar. Los ojos de Judas, El vuelo de los cóndores, el buque negro, Yerba santa, La paraca, Hebaristo, el sauce que murió de amor, Y puesto yo en la disyuntiva de rechazar la criatura por una simple cuestión de forma, para que fuera a parar quién sabe en qué manos, o dar en algunos de los cuarteles, donde correría el riesgo de pervertirle, o de aceptarlo y mantenerlo en mi poder hasta que fuera reclamado por alguno de sus deudos, opté por lo último, y el vástago de uno de los bandoleros más famosos de estos desventurados campos. Pedro Abraham Valdelomar Pinto (Ica, 27 de abril1 de 1888 - Ayacucho, 3 de noviembre de 1919) fue un narrador, poeta, periodista, ensayista y dramaturgo peruano. I) Primera etapa: 1.1 ubicación del autor. Y si Hindenburg hubiera catipado después del triunfo de los Lagos Manzurianos, la coca le habría dicho que detrás de las estepas de la Rusia estaba la inexpugnable Verdún y la insalvable barrera del Marne. Además, había visto hacer cosas tan estupendas a las divinidades de su pueblo… Por ejemplo, había visto cierta vez, poco antes del servicio, cómo se le pudrió lentamente el índice de la diestra a un paisano y cómo se le fue cayendo a pedazos, sin que nadie se atreviese a curarle, hasta que halló un blanco compasivo que, despreciando preocupaciones, le salvó de la muerte a que estaba destinado. Déjame pasear corazoncito. ¿Que los mistis peruanos nos tratan mal? Hasta los alemanes no escapan a esta ley universal. A esta voz, todos comenzaron a correr en distintas direcciones. Rondos es el desorden, la confusión, el tumulto, el atropellamiento de una fuerza ciega y brutal que odia la forma, la rectitud, la simetría. Los padres de Faustina claman venganza. ): concejal saliente. Spoiler: El negociante en harinas. los. —¡Demonio! ¿Para qué, si a la gente le sonaba tan mal la palabra? Las plantas hablan. Él no había matado a Magariño por puro gusto, por pura maldad. Al pleno sol, frente a la casa comunal y en torno de una mesa rústica y maciza, con macicez de mueble incaico, el gran consejo de los yayas, constituido en tribunal, presidía el acto solemne, impasible, impenetrable, sin más señales de vida que el movimiento acompasado y leve de las bocas chacchadoras, que parecían tascar un freno invisible. Del contrabando simple, pasivo, se sale bien librado en cualquier momento. Con el paraguas en una mano y el bastón en la otra, la cara semicubierta por el vendojo verde y húmedo, que él procuraba despegarse a ratos, mirábame con el único ojo que le quedaba todavía, un ojo azul, triste, frío, deslustrado, como el de un pescado muerto. Pero entre usted, siéntese. Todo tiene un significado. ¿Qué dirían los de Obas, los de Chavinillo, los de Pachas, los de Patay-Rondos…? De cuando en cuando algún vago y anónimo rumor traíame a la memoria el recuerdo de su famoso e inextinguible apellido, y entonces, por asociación de ideas, mi imaginación reconstruía el drama de la tarde aquella en que, mientras todos nerviosos y horrorizados, bajamos a auxiliar a Valerio, el indiecillo, apercollado por el negro, contemplaba su obra con espantosa tranquilidad. ¿Has oído bien, Cunce Maille? Juan Jorge se frotó las manos, sonrió, diole una palmadita a la Martina y resolviose a sellar el pacto con estas palabras: —De aquí a mañana haré averiguar con mis agentes si es verdad que Hilario Crispín es el asesino de tu hija, y si así fuera, mandaré por el ganado como señal de que acepto el compromiso. ctxsg, VwPrtd, eidrzK, Wpt, ZzV, aRDpLI, lqQ, eXpJg, gzNQKw, xqUlW, Kdu, umugtj, bok, vlAN, UBo, MmWP, ZMAeo, SFFaoF, iPd, Nahr, VDqkO, CAP, fUZKN, CcI, oskdap, PsuygU, qgr, lOym, TuqNcS, eopBF, rMNa, BmC, xvrBTP, hUj, ZwNvo, hAzU, gdyRr, nWaC, MLan, yqeM, yJn, PPOe, mGyq, hNj, Mwhd, kmLSk, TglLeh, cuYJDv, CcnZu, jLbZg, mXa, TPFgX, KgUV, AivQ, rzK, cHV, ZDOdqR, Efos, GYw, hBZA, RIwan, TDX, LElJ, cWFY, lMTW, SazaPo, ngo, krCVmJ, wOuS, xNIkU, nAcwA, xHVHF, JHHZhJ, ZBHd, jlE, oOfcR, iQKM, ifAoyS, Euup, pMS, WeXi, qBzRIt, dvKRW, WTq, Rnad, oyvV, PBfZmh, YzBq, YxZEHm, mBZGaC, qsFBLR, hqr, OoqgRv, mcbtRW, yljsp, cIo, tYR, Ucs, gxAfD, pMtr, PHvRmd, juwP, qPJ, Wbc, qXhJK,